Performática, representa muchos tipos de mujeres… Bella, inteligente, rebelde, irreverente, auténtica; artista. El rostro y el cuerpo de Carmen Mondragón hipnotizó a fotógrafos y pintores. Se convirtió en la musa por excelencia. Amante de varios, amiga de todos, Carmen tenía tal dominio de su persona que cautivaba. No era sólo bella e interesante; era actriz, manejaba su cuerpo, lo exponía, respondía al pincel, a la cámara, sabía ser inmortal. Hija del General Manuel Mondragón conoció los privilegios de la clase alta en la era Porfiriana. Educada en el extranjero pudo huir, aunque sea un poco, de la mojigatería mexicana. Ya a los diez años escribía: “No he vencido con libertad la vida, teniendo derecho a gustar de los placeres, estando destinada a ser vendida como los esclavos, a un marido”. Supo lo que quiso y cómo conseguirlo; quizá sí llegó a vencer, vivió con total libertad. Cosmopolita y mundana, lo primero que aprendió fue a utilizar su cuerpo como vehículo de creación. La cám